“La cultura al poder”
En los
tiempos que corren este lema parece destinado a adornar un callejón oscuro
lleno de cubos de basura y contenedores. Algunos tratan de borrarlo, como si
hubiese caducado y ya no interesara, pero a pesar de todo sobrevive arrinconado
como un gato callejero que busca refugio bajo la lluvia. Ignorado por los
primeros que deberían salvaguardar y promover el acceso de todos a la cultura.
Relegado al olvido que se hace fuerte en su bastión de cifras y estadísticas.
Permanece a pesar de que se le maltrate y menosprecie, aunque se convierta sólo
en un motivo más para justificar determinadas decisiones, que se toman en un
despacho y que no tienen en cuenta a la mayoría o no atienden a las necesidades
educativas de quienes tienen derecho a la cultura. ¿Cómo es posible? En lugar
de abrirse las puertas de la “Biblioteca de Babel” -como la de Borges-ésta se
clausura o desmantela sin miramientos. Ya habrá algún donante de libros, ONG o “alma
caritativa” que ponga remedio a los despropósitos. Me viene a la memoria la
trágica secuencia de la película “Ágora” de Alejandro Amenábar en la que un
grupo de desaforados irrumpe en la Biblioteca de Alejandría y la destruyen,
siendo sustituidos los libros dolorosamente por el ganado. Algo parecido a lo
que sucede en el famoso episodio cervantino de la quema de los libros o en Fahrenheit 451. Lo irracional imponiendo
la mordaza de la ignorancia, la venda que nos tapa los ojos. Posiblemente
parezca que exagero, pero no hay más que ver las noticias y escuchar a los que
tenemos cerca. Desde luego, el contenido
del título tiene su origen en uno de los conocidos eslóganes de Mayo del 68: “la imaginación al poder”. Frase que hoy
también está desprestigiada, en beneficio de “don Dinero”. Un grafiti pintado en los fríos muros de una autopista
se convierte, seguramente sin pretenderlo, en un mensaje reivindicativo que
trasciende la gamberrada. Eduardo Galeano en su Libro de los abrazos
recoge con acierto algunos de esos esclarecedores mensajes, escritos anónimos
en el paisaje urbano, que son mucho más
que pedacitos de declaraciones de los derechos humanos y nos deben hacer reflexionar
sobre qué sucede en una sociedad cuando se prohíbe el paso a esa biblioteca
metafórica que no sólo está en la escuela, en las universidades o centros de
investigación, sino en la tolerancia, la solidaridad y el respeto. La cultura es de
todos.
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