12 manzanas
Vivir en el campo es un privilegio. Además de llevar una vida más auténtica y relajada, como pregona el movimiento “slow”, el ritmo de las cosas se ralentiza hasta borrar los lazos que nos atan a ellas- en comparación con el estrés trepidante de las grandes ciudades, que nos hace sentir como si viajáramos en un tren y miráramos por la ventanilla emborronarse las siluetas de los que esperan en la estación- y nos  invita a disfrutar de los frutos- como las manzanas de oro protegidas por el dragón del Jardín de las Hespérides- y detalles de la naturaleza: la danza de las abejas, la proporción áurea de la concha de un caracol, la pirueta de un saltamontes o la urdimbre invisible de la tela de una araña. El lema “menos es más” cobra nitidez y extiende sus raíces en nuestro espíritu. Esta idea puede que os parezca demasiado literaria e incluso algo exagerada y artificiosa. Más parecida al mundo bucólico idealizado por poetas y pintores. Ese “paraíso perdido” o ese “jardín secreto”- del que hablaba Gustavo Martín Garzo- al que todos querríamos regresar alguna vez. Para unos será el lugar de la infancia o de los sueños- del tiempo pasado- como un “jardín de las delicias” en el que lo grotesco y lo fantástico dibujan nuestras pasiones. Para otros, el espacio de lo porvenir, una Arcadia recobrada, privada y única, donde cada uno se encuentra a sí mismo tal y cómo es, a pesar de que nos cueste aceptarnos. Aunque bien es cierto que los pastores de las églogas y novelas pastoriles se servían del disfraz para mimetizarse con el entorno. Vivían una ficción de cuyo hechizo podrían escapar con solo cambiarse de vestimenta, algo parecido a lo que hacemos hoy con el mando a distancia o el nunchaku de la Wii. Creo que no nos vendría mal de vez en cuando recordar algunos de esos “lugares amenos” para poder construirlos; imaginarlos para hacerlos realidad- como hace don Quijote en su “Discurso de la Edad de Oro” al contemplar la bellota que tiene entre sus dedos- que nos ayuden a vencer “al aburrimiento, el miedo y la ira” – lo que según Juan Salvador Gaviota acorta la vida de las gaviotas o lo que es lo mismo de las personas. Puede que me digáis que hoy en día no hay mucha diferencia entre vivir en un lugar u otro; puede que todo dependa de la actitud que adoptemos ante la vida. Una actitud que redescubra y sueñe la utopía. Vivir en el campo seguirá siendo un privilegio, porque nos enseñará a "simplificar nuestra vida", a pesar de su dureza, aislamiento y – a veces- soledad. Pero en las grandes urbes como Tokio, Ciudad de México, Nueva York o Bombay estos se intensifican hasta llegar a ser un monstruo que alimentamos cuando cruzamos a toda prisa una calle sin mirar a nadie. La naturaleza nos manda un mensaje: el manzano de la abuelita ya tiene 12 manzanas, como la rama verdecida del Olmo de Antonio Machado.

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