Nombres de ficción
Ponerle nombre a un personaje es una forma de caracterizarlo, de construirlo y darle vida. Vestirlo de persona o, al menos, disfrazarlo de identidad. Dice de ellos lo que son, serán o les gustaría ser. Asimismo puede hacer referencia a sus antepasados o a su lugar de procedencia. Incluso nos revela a qué se dedica o cuáles son sus aficiones. Un nombre, a menudo, es el espejo de las cualidades de quien lo lleva- eso tal vez pasado un tiempo, hasta que nos hacemos a él- o a veces logra imbuir a la persona de ciertos rasgos indisolubles a éste como en “un pack”. Esto se produce casi automáticamente, desde el día en que aprendemos a escribirlo. Además lleva incorporada una bolsita llena de las personas conocidas, personajes históricos o los amigos de la infancia que tuvieron la suerte de ser tocayos. Esa bolsa- como os podéis imaginar- no deja de llenarse nunca, salvo que nos hayan obsequiado con un nombre único, sin estrenar, tan nuevecito que no sepamos cómo llevarlo. Digo la suerte de compartir nombre porque podría decirse que la mayoría de la gente está contenta y orgullosa de él, ya sea por costumbre o por motivos familiares. Esa coincidencia establece de forma inmediata un sentimiento de hermandad y afecto. Incluso algunos celebran su onomástica en grupo para salir en el Guinness. ¿Me equivoco? Quién no lleva con prestancia, como un traje heredado, el nombre de su bisabuelo o bisabuela. Pero si nos quedamos sin ideas existen los Libros de nombres, donde se menciona su origen y simbología, invitándonos a elegir a la carta, con la esperanza de que sea de su gusto. Tampoco pasa nada si no nos identificamos con él, no es ninguna tragedia, siempre podremos cambiarlo, para ver si nos sienta mejor. Los escritores lo hacen a menudo prefiriendo los seudónimos o el puro anonimato. Hecho que en la sociedad de las Redes sociales es paradójico, ya que existe una pugna sutil entre la fama y la discreción. En cambio, en el ámbito familiar y laboral se usan apodos, motes, diminutivos o sobrenombres que abren otras dimensiones de la palabra que nos designa, unas veces con una clara intención peyorativa y otras con una intensa carga afectiva. Hay que decir que muchos de ellos surgen como alternativa de los nombres “de primera”, que o se eligieron por imposición o nunca nos convencieron del todo. Los personajes literarios también cuentan con nombres de quita y pon, que suelen ser signo de su evolución o mostrar su verdadera naturaleza. Con cierta regularidad se realizan estadísticas sobre el "top 10" de los nombres preferidos y los que están de moda. Incluso los publicistas se fijan en nombres poco habituales, como se ve en un conocido anuncio de bebida isotónica cuyos protagonistas son habitantes de un pueblo donde todos tienen nombres que parecen de ficción como Clodoveo, Firmo, Filogonio, Filonila, Vistala, Marciana o Áureo. En general, los nombres podrán confundirse con un  trabalenguas o una adivinanza, ser sugerentes, originales, poéticos, impronunciables, sencillos, rimbombantes y extravagantes, anticuados o modernos, etc. Los hay para todos los gustos y si los pedimos prestados de otras lenguas, entonces se hacen aún más misteriosos y exóticos, pero sobre todo siempre deberían dotarnos de dignidad.

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