Customizar” o no “customizar”, esa es la cuestión

“Customizar” o “tunear”- o si lo preferís, “tuning”- y “modding” o lo que es lo mismo “dar carácter personal a algo” o atribuir cualidades únicas- como cada uno de nosotros- a todo lo que nos rodea es lo que se lleva. Como si la socorrida prosopopeya de la poesía se hubiese cansado de los libros para cautivarnos en cada objeto. Si os fijáis esto no es un fenómeno nuevo, ya que seguro que se origina como una necesidad del ser humano de diferenciarse del resto del grupo o de la tribu, que funciona no sólo como distintivo propio con forma artística como la de un collar, un tatuaje o una marca sino como señal de su forma de ser o reflejo de los gustos e incluso del oficio, pero creo que está especialmente ligado a la moderna sociedad de consumo. Veamos algunos ejemplos que resultan muy llamativos como la reciente campaña de un conocido refresco carbonatado- todo un clásico como el zumo de zarzaparrilla- y toda su gama de variedades, véase sin cafeína, sin calorías, con limón, etc. que ha incluido el nombre propio de alguien en cada lata o una frase que designa a “tu amigo”, “tu novio”, etc. Así nos hacemos la ilusión de que la lata en cuestión rotulada con nuestro nombre está elaborada con cariño como si hubiese sido preparada de forma casera y artesanal por nuestras madres como el pastel de cumpleaños y destinada a ser bebida exclusivamente por nosotros. Esto nos debe de hacer sentir especiales y lo asociamos de manera inconsciente con una forma de reafirmar nuestra persona o tal vez con el deseo de tener algo sólo nuestro. La integramos en nuestra vida, así sin más, por reconocerla como parte de nuestra esencia. Me diréis que lo hacemos de forma inconsciente y que la elegimos porque nos hace gracia ver sobreimpresionado nuestro nombre en letras plateadas- o en pegatinas en los botes de un producto de cacao y avellanas para untar. Eso por una parte, pero también este recurso publicitario es una forma de incitar al coleccionismo y, por tanto, al consumo en cadena que éste genera. Es decir, al bebernos el contenido burbujeante de esa lata la guardaremos para regalársela a quien se llama así como si fuese un hallazgo singular. Esto supone dar un nuevo giro a la conducta ecológica de reciclado, ya que ahora en lugar de tirar las latas en los contenedores amarillos las acumularemos o envolveremos con un lacito para conmemorar los aniversarios. Por el contrario, puede que haya nuevos Andy Warhol que las tomen como modelo e imiten sus famosas latas de sopa Campbell. Desde luego esto de personalizarlo todo creativo es, de eso no hay duda.

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