Zombis hasta en la sopa

No sé qué nos ha pasado últimamente para estar tan obsesionados con este tipo de personajes, entre antagonistas voraces e irracionales e imágenes grotescas del hombre contemporáneo. Como si nos gustara recrearnos en esa deshumanización o extrañamiento, en una amenaza ancestral que debe de subyacer en el subconsciente colectivo. Según el diccionario de la RAE, zombi es un término de origen africano y tiene dos acepciones: una, la que causa furor por ese halo misterioso de leyenda de terror, “persona que se supone muerta y ha sido reanimada por arte de brujería con el fin de dominar su voluntad” y otra, “atontado, que se comporta como un autómata”, más próxima al símil que expresa de forma algo exagerada un determinado estado físico y mental. Posiblemente el término tal y como se emplea en la actualidad no se corresponde exactamente con ninguno de los dos significados, sería una mezcla de ambos, un ser enajenado que es como un muñeco o pelele de difícil trato y mal carácter, por no decir, imposible. Le mueve una energía inagotable de superhéroe, que le hace avanzar como una marabunta, arrasasando todo a su paso. Y lo peor de todo es que se trata de algo contagioso, de ahí la reacción de histeria colectiva de los que todavía tienen la suerte de seguir siendo humanos. Desde luego para algunos tienen su atractivo, para los que les gusten ese tipo de películas, libros y juegos- gustos muy respetables como los de cualquiera- en los que sentirse siempre alerta, con el corazón en un puño por la presencia de esas figuras demacradas y gregarias que se parecen tanto a nosotros pero que dejaron de serlo por extrañas circunstancias, epidemias o no se sabe qué y que además se caracterizan por perseguirnos nos escondamos donde nos escondamos. Una verdadera pesadilla.  A lo que iba, no quiero criticar un tema que se ha erigido en género cinematográfico y literario, en todo un fenómeno de masas, sino plantear las razones o motivos que lo han hecho tan popular. Seguro que la difusión de series televisivas como “The walking dead” y los cómics homónimos sobre los que se basa la misma o la película catastrofista “Guerra Mundial Z”-también primero en versión escrita- o de otras más cómicas como “Bienvenido a Zombieland” o “Diario de un zombi adolescente” o la publicación de títulos de clásicos de la literatura universal que han sufrido el contagio como “Orgullo y prejuicio” o “El Lazarillo de Tormes” han podido contribuir a que, al igual que sucedió con los idealizados vampiros de Crepúsculo y compañía, los jóvenes y no tan jóvenes se interesen por este tipo de historias o esto es ya una prueba de que el zombi es un arquetipo universal parecido a “Frankenstein” o a “Mr. Hyde” por su capacidad “romántica” de revivir y su posterior metamorfosis en un monstruo con alma de niño. Suena el estribillo de la famosa canción “Zombie” de The Cranberries, aunque aquí sea una metáfora de un tema muy distinto. Puede que lo que nos asuste sea vernos reflejados en ellos como en un espejo deformante del Callejón del gato.

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