Queridos superabuelos
Cada
vez con más frecuencia se les ve empujando un multicolor carrito ergonómico del
que cuelgan muñequitos alados y en el que los bebés parecen astronautas
embarcados a la Luna. En el autobús agarrando de la mano a pequeñuelos que
tratan de liberarse con éxito por lo que no queda más remedio que correr tras
ellos abriéndose paso entre los malhumorados viajeros. No olvidemos que los
niños en los momentos más inoportunos lloran, gritan y patalean o a duras penas
se toman su merienda y allí están los superabuelos para solucionarlo con sus
varitas. Son una mezcla de Mary Poppins
y la pareja formada por Ethel y Norman,
los magníficos Katharine Hepburn y Henry Fonda de “En el estanque dorado”. Son los abuelos cariñosos, comprensivos, sabios,
entregados, pacientes y sobre todo
auténticos. Ellos lo tienen todo listo antes de que suene el despertador,
ayudan a vestirles, darles el desayuno y muchos de ellos les llevan a la
guardería, les recogen, juegan con ellos, les dan la merienda, bañan y preparan
la cena. Tal vez esto sólo sea en momentos puntuales o cuando los pequeños
tienen fiebre y se tienen que quedar en casa o surge un imprevisto en la agenda
de sus progenitores. ¿Se les puede pedir tanto? Creo que no; una cosa es que
disfruten con sus nietos y otra muy distinta es que, ya que están jubilados y “tienen tiempo libre”, se dediquen en
cuerpo y alma a educar y cuidar desde bebés hasta adolescentes. Seguro que todos
lo hacen con gusto y encantados de la vida, pero hay abuelos que llevan el
bastón en una mano y a un par de niños en la otra. No cabe duda, los abuelos
son los auténticos superhéroes no reconocidos de nuestro tiempo. Y no llevan
antifaz ni salen en las portadas de los periódicos pero, desde luego, tienen poderes
sobrenaturales. Algunas abuelas hacen la compra con dos carritos, el del nieto
y el de la comida, mientras contestan el móvil al que suelen llamar los padres
de la criatura entre reunión y reunión. Socialmente parece darse por hecho que
es así, que esta es su obligación, pero creo que algo estamos haciendo mal. A
pesar de ser héroes anónimos, aparecen en informes y estadísticas, en los que al menos
se recoge el trabajo que realizan de forma altruista por el amor a sus nietos,
el tiempo que les dedican y sobre todo la labor social y educativa, por
ejemplo, en la adquisición de hábitos saludables. Además son abuelos cuentacuentos
que narran historias, muchas de ellas versiones de las de su infancia. Cuando
educaron a sus hijos y cuando después les ha tocado también cuidar de sus
mayores, nunca se imaginaron que en ellos iba a recaer la responsabilidad que
les hemos impuesto. Todo esto pone de manifiesto lo difícil que es hoy en día
conciliar la vida familiar y la laboral y cómo recurrimos a los que nunca nos
dirán no y en los que confiamos, aunque siempre suelen aflorar nuevos conflictos, en especial
entre madres e hijas, sobre las maneras de entender la educación. Veo en Internet que hasta hay “un
día de los abuelos”, que se celebra en diferentes fechas, dependiendo del país.
Ni que decir tiene que pasa totalmente desapercibido. La verdad es que ellos se
merecen mucho más. “Abuelo, ¿me cuentas un cuento?”
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