“Pa-ta-ta”
Veo en las noticias que el 4 de
octubre es el Día mundial de la sonrisa
y eso me hace pensar en lo poco que se sonríe últimamente. No hay más que salir
a la calle y mirar las caras y gestos serios o compungidos de los transeúntes.
Sus razones tienen. Tengo la impresión de que hoy en día casi los únicos que
ríen y sonríen son los niños con esas risas espontáneas y contagiosas que con
sólo oírlas nos hacen sentir bien. Sí, como un toque de azúcar que nos endulza el ánimo. En
otras épocas reírse y sonreír tal vez se reprimía como una demostración
indecorosa o poco apropiada, en especial a ciertas edades, pero en la
actualidad se ha revalorizado hasta el punto de considerarla una terapia, la “risoterapia”, en la que se nos enseña a
reír. Parece paradójico si se tiene en cuenta que el ser humano es el único
animal capaz de sonreír, aunque nos parezca que las hienas y los delfines
emitan sonidos similares o haya gatos y perros que parezcan esbozar una
sonrisita. Es además una muestra no sólo de nuestras emociones y estado de ánimo
sino una forma de afianzar las relaciones sociales. Tiene una particularidad
que favorece esta función y es que la risa es “contagiosa”, como el bostezo o
incluso el llanto. Por ejemplo, algunas escenas de las películas de Charles
Chaplin o de los hermanos Marx han pasado a formar parte de un repertorio de la
risa, como la conocida secuencia de “Una
noche en la ópera” en la que no dejan de entrar personajes en un camarote y
se escucha a Groucho que dice: “y dos
huevos duros”. Aunque a veces nos moleste ver cómo se ríen los demás sin
saber por qué o las risas se hagan risotadas hiperbólicas y molestas. Hay que
recordar lo que dicen los psicólogos como el reconocido Rojas Marcos: la sonrisa es más beneficiosa para nuestro organismo de lo que creemos ya
que potencia la segregación de serotonina y dicen que reír equivale a tomarse
de una sentada 2.000 chocolatinas, nada más y nada menos. Desde luego la risa
guarda relación con la amabilidad y, aunque a veces nos resulte falsa y algo
forzada, la vemos en los rostros de muchos empleados de tiendas, hoteles o
restaurantes, etc. Asimismo proliferan los espectáculos y programas televisivos
dirigidos, en especial, a un público adulto bajo la denominación “El Club del chiste” o “El Club de la comedia” en los que diversos humoristas, actores, etc. relatan en
un tono desenfadado y ameno sus monólogos sobre los temas más variopintos que
nos levantan el ánimo en forma de carcajada o una tímida sonrisa, eso no
importa. Lo que verdaderamente cuenta es que perdamos la vergüenza a reírnos de
nosotros mismos y afrontemos la vida con humor y optimismo. Pues, lo dicho, una
sonrisa tal vez valga más que mil palabras. Decid “pa-ta-ta” para que salgáis
sonriendo en la foto.
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