A las hormigas les gusta leer

La palabra “manía” tiene tres acepciones, según la R.A.E: especie de locura, extravagancia o preocupación caprichosa por un tema o cosa determinada y por último, afecto o deseo desordenado.  Además se trata de un sufijo que indica afición o pasión desordenada. Este sufijo es de lo más expresivo y dúctil, ya que se puede añadir a casi cualquier término, como por ejemplo: mitomanía, megalomanía, melomanía, bibliomanía, etc. Casi todas ellas con connotaciones negativas por su carácter excesivo. Y, en cambio, se utiliza para expresar las más variadas pasiones por determinada actividad, propensión, tendencia, aprensión, estilo musical, tipo de alimentación, etc. Se suele creer que con la edad nos volvemos más maniáticos- lo que se identifica con el malhumor o una actitud de amargura-, como les sucede a muchos a los que les molestan los niños y no soportan verles sonreír, llorar o cantar, etc. e irrumpen en su mundo “de las maravillas” para agriarlo. Pero sólo basta echar un vistazo a nuestro alrededor para cerciorarnos de que estas conductas aumentan, más significativamente, en grado proporcional a los avances tecnológicos y afectan a todas las edades, aunque no de forma homogénea. Me refiero a las manías que hemos desarrollado debido a la dependencia de los dispositivos móviles, etc. como estar constantemente pendientes de los mensajes o creer que el teléfono vibra en nuestros bolsos e incluso a la manía de no salir de casa sin él.  Desde luego hay algunas manías individuales e intransferibles como las que realizamos desde que tenemos memoria y ya configuran nuestra forma de ser o actuar; los psicólogos nos dirán si han pasado a engrosar la lista de algunos trastornos. Un ejemplo hiperbólico de todos ellos es el protagonista de Mejor imposible, interpretado fabulosamente por Jack Nicholson. Al final nos provoca ternura y llegamos a comprenderle tanto como el perrito del vecino que acaba adquiriendo sus mismos hábitos. Así, por ejemplo, evitar pisar las líneas o rayas de las aceras, levantarse por el lado derecho de la cama, dejar abierta la puerta, lavarse compulsivamente las manos, morderse las uñas o contar cuántas hormigas se adentran en un libro dejado sobre la hierba del jardín. A lo mejor se trata del personaje principal de Maldito karma del alemán David Safier que busca cómo “redimirse” de la vida como humana y poder estar lo más cerca posible de su hija.  A veces, sin darnos cuenta y de forma repentina o paulatina, algunas manías adquieren categoría de “fobias”, como las tormentas tropicales. Estas son infinitas casi como las hormigas, algunas ya clásicas: como la claustrofobia, agorafobia, acrofobia, aracnofobia (no recogida en la R.A.E), y otras nuevas para mí,  como acabo de descubrir;  por ejemplo, fobia a los pájaros en un espacio cerrado. Todo esto es lo que nos hace paradójicamente insoportables e irresistibles a un tiempo. ¡Pobres de los que tienen que “aguantarnos” a diario!

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