“Hombre con pájaros en la cabeza”

Si prestas atención escucharás los pájaros artificiales que viven en algunos semáforos de la gran ciudad, como si fueran unas jaulas que los hacen invisibles. Existen en nuestro idioma muchas expresiones en las que los pájaros son los protagonistas principales, por ejemplo, “más vale pájaro en mano que ciento volando”, “tener la cabeza a pájaros”, etc.  Algunos les dan un nuevo significado que se refiere a una gran pasión: la ornitología. El título se inspira en el de un cuadrito surrealista pintado por Salvador Dalí, titulado “Hombre con nubes en la cabeza”- que, en realidad, parece de Magritte -que he visto recientemente en una exposición. Me ha recordado a los amantes de las aves, que pueden pasarse un día entero observando el vuelo de los buitres, cigüeñas negras, garzas, alimoches, etc. como si desearan volar con ellos. Ese sueño de tener alas como las de Dédalo, las de un pavo real o las de las especies fantásticas de Avatar para ver el mundo desde otra perspectiva y también a nosotros mismos. Lo que hacían los magos de la tribu que a través de su tótem se ponían en contacto con el mundo de los espíritus, “los hombres pájaro” o como los deportistas extremos con trajes de nailon, llamados “wingsuit”, que al practicar el “wingfly” se metamorfosean en un pingüino que aprendió a volar como el pequeño Barnaby Brocket. Hay algunas que tienen nombres mágicos como petirrojo, oropéndola, calandria o ruiseñor, que evocan el espíritu del beatus ille que vive en consonancia con el entorno. Como me dicen se trata de una afición solitaria ya que les gustan estar acompañados sólo de sus prismáticos, trípodes, telescopios terrestres y cámaras fotográficas con las que inmortalizar esos vuelos. Son unos apasionados de la naturaleza y se adentran en ella de puntillas,- algunos ocultándose en los “hides”- aprendiendo el lenguaje de las aves como los ermitaños, a los que los cuervos les llevaban pan, y “los que susurran a los caballos”. También me recuerdan a los mitos clásicos como el de Filomela y Procne, transformadas en ruiseñor y golondrina. Recuerdo que en una casa rural de Inglaterra tenían unos comederos en el jardín a los que acudían pájaros carpinteros y verlos era una visión hipnótica como la danza del ave del paraíso y la del que decora su nido con semillas, pétalos y ramitas para conquistar a su pareja. El otro día vi un documental sobre los colibríes y era sorprendente el gran número de personas que los siguen como si fuesen deportistas de élite. En verano un gorrión se cayó de su nido debido a una tormenta y lo tuvimos acogido en casa suelto, dando saltitos en una estructura de madera, que imitaba un árbol, durante unas semanas hasta que finalmente lo llevamos a un centro de acogida y de protección de fauna salvaje, donde nos dijeron que tenía un ala rota- como el dibujo de Leonardo, que recuerda más a la de un ángel, el del cuento de García Márquez. Hace unos días nos han dicho que ya lo han soltado y esa noticia me ha hecho sentir como si fuésemos también nosotros los que hemos alzado el vuelo.

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