Aulas vacías por un futuro para todos

“We don´t need your education”-esta versión libre de la canción de Pink Floyd podría ser uno de los lemas de la huelga general de la Enseñanza pública en las manifestaciones de hoy.  Los estudiantes, profesores, padres y madres y todas las personas que defienden con sus camisetas verdes una enseñanza pública de calidad se manifiestan para que los que toman decisiones por mayoría absoluta, desoyendo a la opinión pública y obviando los derechos y necesidades de los principales afectados: estudiantes y sus familias, profesores, etc., deroguen una ley educativa- cuyo nombre es un auténtico ejemplo del neolenguaje- tan empleado por los políticos: “Ley Orgánica para la Calidad Educativa”(LOMCE), que a mi entender malinterpreta el concepto de “calidad” que se asemeja al de “los controles de calidad” de las empresas, como si se pudieran trasladar las “mismas tablas de medir y detectar errores” a la fabricación de un determinado producto de consumo y a la trayectoria educativa de una persona que será determinante para su vida y la de toda una sociedad. Me explico, la calidad empieza por una actitud tolerante, es decir, exenta de prejuicios ideológicos o imposiciones macroeconómicas de discurso paternalista- una de las excusas más esgrimidas últimamente; véase: “austeridad y apretarse el cinturón” por un supuesto derroche que las personas de a pie no hemos protagonizado, aunque nos quieran convencer de lo contrario- y una equitativa y justa distribución de los recursos. Las tijeras, sin duda, hacen trizas no sólo la ansiada calidad sino los derechos y las esperanzas e ilusiones. Así, una ley sustentada por los recortes generará mayor “discriminación económica” y como consecuencia la mengua del derecho recogido en la Constitución de 1978 sobre el acceso a la educación y la igualdad de oportunidades, en el Artículo 27 del Capítulo de “Derechos y libertades”: “Todos tienen derecho a la educación (…) La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales. (…) La enseñanza básica es obligatoria y gratuita(…) Los poderes públicos garantizan el derecho de todos a la educación(…) Esto parecen haberlo obviado o interpretado a su manera, ya que una de sus “novedades” es instaurar de nuevo una cadena de reválidas- como aquellas traumáticas y absurdas que hicieron nuestros padres en los años 50, la primera con tal solo 13 años-como un obstáculo camuflado de medida necesaria para conseguir la calidad exigida, por ejemplo, por el Informe PISA (Programa internacional para la evaluación de estudiantes); otras medidas son reducir el número de becas o restringir las dotaciones con otros criterios, aumentar las tasas universitarias, etc. ¿Es esta la manera, por ejemplo, de solucionar el problema del abandono escolar? Leo en un clarificador artículo- del que he obtenido gran parte de la información- de Lorenzo Capellán del Toro que desde el año 1980 se han llevado a cabo nada más y nada menos que siete reformas educativas y que esto pone de relieve la necesidad de un sistema educativo estable. Si recordáis en el reportaje de Jordi Évole sobre la educación en el que viajaba a Finlandia para conocer de primera mano las razones del éxito de su sistema educativo se entrevistaba a unos padres que tenían muy claro que había que ocuparse de los niños. Sin ellos no hay nada. Miremos cómo los jóvenes superpreparados no tienen más remedio que irse fuera para encontrar cómo subsistir. Aprendamos algo de lo que está pasando. ¿Volveremos a las épocas en las que las familias sólo se podían permitir que estudiara uno de sus hijos o tendrán que resignarse a las migajas?

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