La gramática de lo simultáneo
El narrador o voz en off de Amelie inicia el relato de la historia haciendo un recorrido por París enlazando las diferentes acciones simultáneas con una mirada que intenta abarcarlo todo. Plantearse cómo escribir absolutamente todo lo que está sucediendo en este instante nos causa una sensación de vértigo como si nos asomáramos al mirador del Gran Cañón con el suelo de cristal. Además tiene un trasfondo de frustración y de paradoja, ya que el lenguaje es secuencial, por decirlo de alguna manera, en realidad, es el espacio de la hoja el que nos limita y marca la pauta, pero, en cambio, el mundo es simultáneo y efímero. El pensamiento y “su traductor”-podría verse como su proyección o suponer que sin lenguaje no habría pensamiento, etc. las teorías son diversas-, el lenguaje, se ordenan como si siguieran los pasos de un baile y si perdieras el ritmo y pisaras a tu pareja la melodía se distorsionaría hasta carecer de un significado reconocible. Quiero decir que si siguiéramos el hilo conductor, “fluir de conciencia”, “monólogo interior”, etc.- o habría que decir los infinitos hilos del tejido neuronal-y lo trasladáramos a papel o a un documento de Word surgirían ideas inconexas que resultarían herméticas incluso para la propia persona que las genera. Sería un ejemplo de lo que los surrealistas llamaban “escritura automática” o “la escritura paralela” de los palimpsestos-manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente- o incluso de las anotaciones al margen y notas a pie de página. Haced la prueba y veréis cómo nos perderíamos en un entramado de imágenes, recuerdos, sentimientos, etc. que se verían abocados a existir con calzador en el recipiente de un signo lingüístico, que a lo mejor se les ha quedado pequeño: la palabra unida a otras palabras tejiendo enunciados y secuencias para recobrar sus significados en discursos con coherencia y cohesión, como las piezas de LEGO, que como he visto en varios documentales, se encajan y pegan al formar grandes figuras para conservarlas intactas. Este es el eterno conflicto entre “el mundo de las ideas” y el lenguaje, entre forma y contenido, lo que provocaba en el romántico Bécquer un insomnio creativo y enfermizo. Algunos escritores han experimentado con la simultaneidad de las acciones, por ejemplo, García Márquez. En el teatro, la simultaneidad de escenas es un recurso habitual que se ve favorecido por el montaje y el aparato escenográfico; lo que me lleva a pensar que lo simultáneo es más fácil de representar por medio de, al menos, una construcción tridimensional. Pero, ¿cómo conseguir representar lo simultáneo en el arte? El lenguaje visual y audiovisual lo consigue de muy diversas formas. Por ejemplo, recuerdo algunos cuadros de Velázquez, cuyo lienzo se divide en dos planos: el principal, que abarca la mayor parte del espacio y donde se presentan los personajes principales y en la esquina superior izquierda o derecha se abre una ventana en la que hay otra escena. Incluso aquí puede funcionar como un flash-back o un adelanto de la acción. El cine mudo, por ejemplo, incluía la simultaneidad con letreros del tipo: “mientras tanto…”. Por otra parte, el cómic y su influencia en el lenguaje cinematográfico ha sido determinante para conseguir ese efecto. 

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