Los tejados no son así

Estoy leyendo “El elemento. Descubrir tu pasión lo cambia todo” de Ken Robinson, la verdad que un poco por casualidad, ya que vi un documental en el que daba una conferencia sobre la incidencia negativa- incluso podría decirse “represora”- de los sistemas educativos actuales en el descubrimiento de lo que de verdad nos apasiona, en decir, de una parte esencial que nos configura como personas. Asimismo él propone que la creatividad- tan olvidada en los planes de estudio y paradójicamente tan valorada en la selección de personal- sea uno de los pilares de la educación, algo que comparto, desde luego. Todavía recuerdo cuando una de mis profesoras de primaria, al ver cómo había coloreado el tejado de una casa con pequeños cuadritos multicolores, me dijo que “los tejados no eran así”. Creo que fue una de las primeras veces que me sentí indignada con los supuestos parámetros de la normalidad, aunque a esa edad sólo sintiese extrañeza. Algún tiempo después, ya en el Instituto, el profesor de dibujo tuvo la deferencia de criticar sin pelos en la lengua las formas espirales –como volutas o petroglifos- en algunos de mis dibujos. Ni que decir tiene que hasta me hizo llorar y creo que esta ha sido la única vez que me ha pasado esto a lo largo de mi vida estudiantil. Una verdadera pena. Me acuerdo además de que en esta época Sybila, una famosa diseñadora de zapatos y ropa, empleaba esas formas en sus creaciones, y no era la única, seguro. Esto es sólo un ejemplo de cómo el sistema- y los que se dedican a mantenerlo, véase el profesor en cuestión- aunque a lo mejor éste actuó así debido a otros motivos, que seguro se ajustan a la desidia, la desmotivación, la falta de vocación, la infelicidad profesional o personal- rechaza lo que se sale de su forma de concebir el mundo, de sus expectativas y de sus test “de inteligencia”. Así, tal vez, muchos de nosotros hemos asistido a clases y nos han evaluado según criterios obsoletos, que a lo mejor han impedido que encontráramos o descubriéramos lo que de verdad nos gusta o nos han hecho creer que “no valíamos” para eso por lo que sentíamos inclinación. Algunos lo habremos desechado por la presión familiar, social o sencillamente por las circunstancias vitales o necesidades económicas para dedicarnos a algo mucho más convencional y “provechoso”, relegando nuestra pasión a una simple afición.  Aun así, creo que algunos somos afortunados porque al menos hemos podido identificar lo que nos gusta y esto nos ha permitido descubrir otras cosas que también nos apasionan. Otros, en cambio, se sienten incomprendidos, infravalorados, frustrados y perdidos en un mundo que los etiquetó para clasificarlos sin dejarles mirar en su interior. Quizá recuperemos un poco nuestra autoestima colectiva si nos dedicáramos a lo que llamamos hobby.

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