“Realities” vs. realidad
La
última moda televisiva o el gancho para captar a millones de espectadores
empleado por las cadenas son los llamados “realities”,
programas que supuestamente muestran un pedacito de la vida de sus
protagonistas. En cierta forma han suplantado a los documentales, ya que
parecen ser el testimonio directo y auténtico de lo que sucede en tiempo real,
como parte de un estudio sociológico en movimiento. Una ventana con mando a
distancia a la que asomarnos para cotillear y husmear en la vida de los otros. Los
hay de varios tipos y temática muy variada, por una parte, el grupo que podría
denominarse “Show de Truman”, que
adoptan el formato de serie y nos enseñan la cotidianeidad de leñadores,
pasteleros, cocineros, mecánicos, decoradores, peluqueros, jefes y empleados, compradores
de antigüedades, prestamistas, comilones empedernidos, constructores de
acuarios, acumuladores compulsivos, parejas de famosos, supervivientes, madres
que buscan novia para sus hijos, adolescentes rebeldes, niñeras, jueces
dictando sentencia o buscadores de fantasmas, etc. Como veis la lista es
interminable y me hace pensar que tendría, sin duda, que dejar de dedicarle
tanto tiempo a la tele. Otro grupo sería el formado por los ”pseudo-concursos”, modelo “Gran Hermano”, retransmitidos en directo
o grabados, en los que las personas que aparecen en pantalla son elegidas ex profeso
por los grupos de comunicación audiovisual con la intención de aumentar la
cuota de pantalla. Entre ellos siempre hay algún famoso o aspirante a serlo, al
que no le importa hacer el ridículo más absoluto. Por lo visto, el interés
radica en que suelen estar viviendo aislados en una casa, campamento veraniego
o isla perdida y en las pruebas que deben superar, la llave para ser elegidos o
rechazados por el público. ¡Y el partido que le sacan a esto! Similar, en
parte, a los “Juegos del hambre”. Como si los televidentes fuesen los demiurgos
que mueven los hilos, jugando a la realidad. Esta supuesta ruptura de la cuarta
pared y la irrupción de lo real en nuestro sofá, no deja de inquietarme. Ahora
resulta que lo interactivo permite que la realidad emerja de esos programas que
vemos en la idolatrada “caja tonta”. A pesar de todo, algunos pretenden transmitir
un cierto contenido socio-cultural, como en los que viajan a Oriente o hacen
intercambio con familias de otros lugares del mundo. Los sociólogos habrán
estudiado ya el tema, y será un tópico decir que son producto de una sociedad
hastiada y desorientada, que necesita ver, a ser posible en directo, la vida
simulada de otros para cerciorarse de que la suya es de verdad. Aun así me
asaltan las dudas sobre lo que estoy viendo, llegando a tomar lo real por
ficticio, desde luego, a veces lo preferiría. En La invención de Morel y en El
tragaluz las imágenes fragmentadas e inconexas se convierten en el único testimonio del
pasado, espero que en el futuro no nos recuerden sólo por los “realities”.
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