Alicia 2.0. La película de Tim Burton como relato del realismo mágico

La Alicia(2010)de Tim Burton- a pesar de algunas críticas de cinéfilos- adquiere en esta cinta preciosista-en el buen sentido de la palabra, sin ser en absoluto frívola sino todo lo contrario- la condición de heroína moderna- con atributos clásicos como la armadura y la espada vorpalina- que guarda similitudes con otros héroes viajeros como Ulises que deben superar una serie de pruebas  para cumplir su destino o lo que es lo mismo, para encontrarse a sí mismos. Es posible que en la película estos se reduzcan a una sola hazaña: luchar contra el Galimatazo y se echen de menos otros, aunque cuando la reina de Corazones la hace su prisionera también supone un reto. Al igual que el sin par don Quijote- soñador aventurero- se enfrenta a obstáculos que pondrán a prueba sus cualidades y que le harán reconocer su verdadero yo. Alicia también afirma con rotundidad “yo soy Alicia”, la verdadera Alicia, retando así a los que cuestionan su identidad  y rebelándose contra los que tratan de imponer su criterio diciéndole lo que tiene que hacer y ser-este es el conflicto del personaje- véase la boda concertada que Alicia anula al volver del mundo subterráneo-. Por otra parte, la estética poética y neorromántica- por ejemplo, por los guiños a Gaspar Friedrich en la secuencia en la que el sombrerero loco avanza a lo largo de un camino flanqueado por una siniestra hilera de árboles sin hojas- está cuidadosamente construida para trasladar al espectador a ese País de las maravillas- evocadora de los jardines secretos y paraísos perdidos y recobrados- que se ha deconstruido, mostrándonos su reverso más inquietante transformado en un Comala mágico donde los personajes deambulan perdidos- o trastornados- sin Alicia. Estas proyecciones de la niña que fue hablan del camino que está trazado y debe seguirse- nada que ver con el sendero de losas doradas de Oz-, pero están equivocados, ya que éste no existe, de ahí que sea verosímil y más oportuno el viaje en sombrero volador- una de las imágenes más sugerentes de la película. Allí el tiempo se ha detenido o ha entrado en una espiral de eterno retorno de pesadilla- simbolizada por la caótica y cíclica ceremonia del té- que se desmorona como el hogar del sombrerero loco. Quizás Burton busque el extrañamiento en el espectador que ya conoce la historia original y otras versiones más dulzonas y empalagosas pretendiendo desconcertarle a la vez que conmoverle. Esto sería ya un elemento del realismo mágico- junto a otros como la madriguera, la botellita o el pastel para crecer o encoger- representando asimismo la evolución del personaje-, aunque este espacio paralelo al nuestro- hasta el final de la película ambos planos se encuentran separados-está en decadencia desde que Alicia lo abandonó- y relegó al olvido- dejándolo en manos de la cabezona y cabezota reina de Corazones- paradójicamente descorazonada, ya que prefiere que la teman a que la amen- que con su cruel y recurrente “que le corten la cabeza” impone el terror al resto de la Corte. Este personaje es tan grotesco como los cabezudos de las fiestas del pueblo de mi infancia que perseguían a los niños para asustarles. Su contrapunto es la sabia y enigmática oruga Absolem, no la joven Alicia, que actúa como consejero además de señalar simbólicamente la transformación de Alicia y la fusión de los planos de ficción y realidad en la última secuencia en la que Alicia parte en un barco llamado “Wonder” y ella revolotea ya como mariposa azul.

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