“Selfies”
de patio
Es un organismo vivo con sus legañas y mugre. A veces bosteza
o grita y hasta enseña sin pudor lo más íntimo colgado de tendederos endebles e
improvisados como de camping a la orilla del mar pero sin mar. La gente que
vive o se refugia en él es- o somos- como una colonia de rémoras que en lugar
de limpiar la moteada piel de un bello tiburón ballena la ensucian más con
muebles apilados en los balcones, fardos de formas imposibles, entoldados de
telas viejas atados con cuerdas, flores de plástico, restos de objetos y otros…
que al ser olvidados adquieren una dimensión extra que los eleva a la categoría
de basura con b mayúscula, etc. Estos acentúan más la apariencia de decorado
arrinconado y desechado por su inutilidad como si en realidad estuviésemos
viendo el interior de un inmenso estómago informe, que me recuerda a la visión
de un cuento de Juan José Millás en el que el metro se transformaba en un
monstruo insaciable. Pues bien, no sé si ese Etc. es suficiente para englobar
todo lo que se ve desde la ventana
indiscreta, que como una diminuta mota de polvo sólo puede hacerse
consciente de su existencia al bajar o subir una persiana o como en la conocida
película de Hitchcock, serían los prismáticos de James Stewart utilizados como
un caleidoscopio que nos hiciera no descubrir lo que sucede enfrente sino que
nos ayudara despejar ese espacio que tratamos de ocultar a los demás o
sencillamente hemos olvidado. Funciona así como un espejo de mano que se
multiplica hasta el infinito mostrando el verdadero rostro del vecindario. No
quiero ni imaginar cómo estarán el resto de las habitaciones. Cuando digo que
tiene vida propia no me refiero a que sea capaz de sentir o pensar, sino que respira
y contiene todos los sonidos del mundo como una caja de resonancia que a veces
nos emociona con notas de clarinete o de reloj de cuco. Además,sin saberlo, cada uno de esos
balcones y terrazas son un selfy
casero y auténtico, aunque no nos gusten.
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