LA CASA DE TELA

Para P.D.E, a la que siempre recordaremos

La vida es como la tela de Penélope, la tejemos y destejemos con cada respiración, en cada decisión o renuncia, en cada promesa, secreto o susurro…como si Aracne fuese la adorable abuela que os enseñó a coser y bordar, o lo que es lo mismo, a contar historias y soñarlas.

Su urdimbre está modelada por el hilo del tiempo cuyos carretes multicolores reflejan la naturaleza de todo lo que existe, existió y existirá. Pero, a veces, su eterno deshilacharse nos angustia y nos causa un dolor tan profundo que nos tapa la boca. Porque pensábamos ingenuamente que llegaría un día en que lo permanente se adueñaría de lo cotidiano y sería como vivir- por fin- en “la casa de tus sueños” con un armario lleno de cajas con etiquetas escritas a mano y sin trapos o fregona en la cocina; un lugar donde cada libro ocupa su rincón en la estantería y nada se empolva o se estropea jamás. Algo así como el "home, sweet home"de una obra de teatro que parece más real que la vida misma. Luminoso y radiante como el verano. Si fuese así ese tejido- invisible como el famoso traje del emperador del cuento- tal vez terminaría como las alfombras o los felpudos, llenos de pisadas y polvo, es decir, las delicadas manos de la reina de Ítaca serían sustituidas por las de las Parcas… o tal vez, no. A lo mejor, Penélope terminó un día su bella tela habitada por un mundo de pájaros, flores, árboles, ríos, mariposas y duendes, princesas y caballeros… adormecida por ecos de canciones infantiles.

Se dice que esa tela era el sudario de Laertes (como si la vida entera se transformara en una crisálida de la que volver a nacer)- el padre de su esperado y amado esposo, Ulises- por lo que ese trozo de tela interminable, apreciada y única adquiere significado como la imagen de la vida que trata de aplazar “el destino”. En definitiva, de vencer a la muerte y al olvido. Así la tendríamos guardada en el armario como un vistoso talismán, elegante y coqueta vestido de fiesta, fresco y alegre, que nos haría rejuvenecer cada vez que nos lo pusiéramos al reflejarnos en ese espejo de tul que nos une y separa;  con una mirada ahora ausente y deshecha como una nube que trata de ser lluvia para tu tela recién estrenada. Ojalá nuestras palabras se hagan rumores de la mañana y puedas escuchar todas las cosas que no te dijimos, recordarlo todo para bordarlo en tu tela y sentir las almas de los niños que juegan en el patio pensando en ti.

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